Quejoso de la fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿Habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?,
piadoso me has respondido;
pues volviendo en mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.
Y por si acaso mis penas
pueden aliviarte en parte,
óyelas atento, y toma
las que dellas me sobraren.
Yo soy...
Calderón de
Esto va por todas las piedras preciosas que voy encontrando a medida que voy cavando hacia arriba, para salir del pozo. Cada uno sabe a quién me refiero, y si no, ya me encargo yo de que se den cuenta, je je je.
Pero, especialmente, a William, al que hacía mil que no veía; a Vic, por estar en mi vida; a María, por confiarme secretos; y a esa persona que ayer me vertió en el oído una miel que no oía desde hace siglos, aquella miel que saborean los enamorados, que pertenece a los jóvenes y que mis despojos envidiarán: mañana, o pasado mañana, te escribiré otra de las mías, o quizás te recite a un Espronceda victorioso. No sé ya cómo expresarlo.
Por lo pronto, a día de hoy sigo aquí, mejor que ayer…
No hay comentarios:
Publicar un comentario