sábado, 26 de julio de 2008

Desde lejos

Ahora que tan pronto cabes en mi mano como no puedo abarcarte con mis brazos, que huyes de mí para luego tropezarte conmigo. Ahora que te has convertido en una continua dualidad. Esperanza-Desesperación. Enfermedad-Cura. Salida-Llegada. Ahora que os puedo escuchar de nuevo. Es ahora, en fin, cuando te lo puedo decir.


Y es que en la distancia hasta mis huesos vibran con tu nombre.

Y a donde no llegan ellos, llega mi olfato de lobo hambriento.

Y a donde no llega mi olfato, mi deseo te persigue.

Y si corres más que él, ya llegarán mis sueños.

Y si no te alcanzan, usaré la imaginación.

Y si ésta se agota, vendrás tú, como haces siempre: durmiéndome, halagándome, latiendo por mí cada kilómetro que nos separa. Arrullando cada ola del mar que no alcanzamos a ver.


¿No se parece esto a los imanes, buscando siempre un norte que nunca les recibe? ¿Tendremos el desagradable deseo de querer mirar en otra dirección? Y ese mirarnos, ¿será fruto de la casualidad o del destino? A mi me recuerda más a las amistades entre veteranos de viejas guerras, forjadas a partir de caras hundidas en el mismo barro…



Te daré mis temores, que se unirán a los tuyos; mis secretos, que jamás te confesaré; mis planes de boda, tan bellos como absurdos. Te daré una cuchara, un cuchillo y un tenedor; un tirón de orejas para mañana y un beso para ayer. Y te daré, sobre todo, mis promesas, que como esta, olvidaré en la siguiente esquina.