Siempre he creído que esos momentos de la vida en que uno debe comportarse como un hombre se ven venir de lejos. No sé, como en las películas: rescatar a alguien, defender a un necesitado, iniciar tu propia guerra, pedir salir a la chica en el baile de graduación…
Pero eso no es así. La vida te tiende una emboscada, y caes en su trampa de la manera más inocente e inesperada. Una manera que, tiempo más tarde, sólo recuerdas como de los momentos más vergonzosos, una de esas ocasiones que, cuando vuelven a tu cabeza, tienes que morderte el puño o arañarte los muslos para olvidarlas, para que pasen rápido.
Y, precisamente, cuando la vida te somete a esos momentos, es cuando pruebas el verdadero sabor del aire, cuando tu cuerpo se rige sólo por el instinto, cuando eres más consciente de lo que te rodea (y de quien te rodea).
Sólo cuando te serenas y cortas el miedo en dos, cuando saltas el abismo y éste es sólo un paso más del camino, abres los ojos, respiras de nuevo y te das cuenta de uno de los secretos mejor guardados de esta maravillosa vida: no consiste en comportarse como un hombre, tan sólo consiste en hacer lo que debes.
Y hacer lo que debes cuesta, porque cuesta mucho más construir que destruir, porque cuesta más respetar que hacer daño, porque cuesta más amar que dejar de amar. Y vale tanto como seguir respirando, como dejar de llorar o como abandonar lo que más quieres.
Hoy me alejo de la ciudad en que más me ha gustado vivir y a la que no dudaré en volver si decide reabrirme sus puertas. El equipaje pesa, tanto como las monedas que dejan los enamorados en las fuentes, como los mayores tesoros jamás hallados, como este frágil mundo le pesa al gigante.
Pero si sabes que algún día puedes volver al lugar donde has sido feliz… el corazón vuelve a palpitar, el agua fresca te moja la cara, disolviendo tus lágrimas, y aún puedes permitirte sonreír.
“Durante más de un año he estado probando la mayor fruta prohibida del Paraíso. Ahora tengo que devolvérsela a Dios, pero no le guardo rencor, pues este mortal se queda con el mejor sabor de boca de su vida”
Y creo que en eso consiste hacer lo que debes, lo que tu alma te exige: devolver lo que se te ha dado, aunque te hipoteques el resto de tu vida, y demostrar que todavía no hay nada que esté por encima del amor, porque si fuera así, tendría que renunciar a lo mejor que me ha pasado nunca.
Duele. Pero es lo que tengo que hacer. Y, al fin y al cabo, cuando todo quede atrás, cuando el perfil de esa maravillosa ciudad sólo sea la sombra de mis recuerdos, sé que no me sentiré tan mal.
Joder, tú lo sabes…
De entre todas las personas, me quedo contigo.
De entre todos mis amigos, me quedo contigo.
De entre todos los momentos de mi vida, me quedo contigo.
De entre todo lo mejor, me quedo contigo.
Te quiero. Y siempre nos quedará…
…la voz suave del mar,
volver a respirar
la lluvia que caerá
sobre este cuerpo y mojará
la flor que crece en mi,
y volver a reír
y cada día un instante volver a pensar en ti.
P.D.: El otro día puse un enlace a una de las canciones más bellas jamás escritas, a la manera en que lo es My Way. Tiene una bonita historia detrás (que algún día pondré por aquí), y considerando que hoy me he hecho daño a mí mismo, he decidido colgaros la letra traducida (por Aggelos), pese a repetirme con lo de las canciones:
Me hiero a mí mismo hoy
para ver si aún siento,
me concentro en el dolor
la única cosa que es real.
La aguja perfora un orificio,
el viejo pinchazo familiar
trata de matarlo todo
pero yo recuerdo todas las cosas.
¿En qué me he convertido?
Mi más dulce amigo,
cada persona que conozco
se aleja al final.
Pudiste tener todo
mi imperio de impureza,
te defraudaré
y te lastimaré.
Uso mi corona de mierda
en mi trono de embustero
lleno de pensamientos rotos
que no puedo reparar.
Bajo la mancha del tiempo
el sentimiento desaparece,
eres alguien más
y yo aún estoy aquí.
cada persona que conozco
se aleja al final.
Pudiste tener todo
mi imperio de impureza,
te defraudaré
y te lastimaré.
Si pudiera empezar nuevamente
a un millón de millas de aquí
me conservaría a mí mismo...
encontraría un camino...
P.P.D.: Hoy también me han recordado una de mis escenas favoritas del cine. Cómo Ralph Fiennes se despide de Rachel Weisz en El Jardinero Fiel. (Lo siento por el tamaño del post):
Creo que ya te entiendo. ¿Quieres que vuelva a casa? Ya estoy en casa.
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