lunes, 9 de junio de 2008

Las piedras del camino

Encontrarte fue tan extraño como empezar a hablarte. Perseguirte, tan breve que aún me sorprendo. Seguir aquí, contigo en la cabeza, tan, tan… increíble, que me quedo sin palabras. Al fin, escribo sin el peso de la tristeza sobre las palabras, y en algo has tenido que ver…

Y es que me duelen los pulmones de gritar ¡¡¡¿por qué no te conocí antes?!!!, del estupor que provocan tus miradas, tus gestos, del mostrarme que las lágrimas, para otro día, de la risa, natural y clara como los manantiales que oía Platón, que generas en mí.

Porque gastar el tiempo allí, tirado junto a ti, no es perderlo, es ampliarlo, exprimirlo, llevarlo a un mundo donde esta mutua compañía es lo más preciado, más que el dinero, más que estudiar los colores o inventar enseres de amor…


Lo que pido:

No me exijas demasiado, no más allá de lo que el depósito de mi cuerpo, hambriento de gasolina, escasamente pueda ofrecerte. A cambio, te permitiré echarme tu humo a la cara.

No me quites el peinado. A cambio, prometo darte mil bocados con sabor a manzana.

No me quieras llevar, no me quieras traer. A cambio, te acompañaré a donde nos arrastre el viento, hasta donde nos deje tirados y tengamos que volver a caminar.

Lo que deseo:

Deseo mostrarte palabras felices, bellas, ajenas a la tristeza. Y acompañarte más allá de lo que me permite la fibra óptica. Y seguir la carrera en la que me iniciaste, aquella en que rompo barreras de miedo. Y volver a verte. Y volver a compartirme. Y volver a soñar que me desean. Y volver a creer que deseo. Y babear de tranquilidad tus sábanas…

Por último, lo que siento:

Te lo resumiré en una anécdota: cuando apoyé mi cabeza sobre tus rodillas, cuando susurre “me das serenidad”, imaginé que eso era lo que debían sentir los viejos marineros, cuando al atardecer miran el mar, un espejo del cielo moribundo, con ojos tan secos como sus propias manos, sin pestañear, sino tan sólo añorando, inmutables, soñadores de días mejores…



Ahora la ñoñería de rigor… si Nino decía que las piedras del camino, son las que forjan el destino, tú eres la que ha evitado mi caída. Gracias por estar ahí.

3 comentarios:

Ann dijo...

Gracias.
"Devorar" siempre es un buen verbo.



[¿Te sirvió el despojarte de todos los recuerdos?]

Achú dijo...

Me gusta tu blog. Nos veremos

bilb0b0ls0n dijo...

¿¿Como mierda pongo yo un comentario despues de esto??, no lo entiendo.... yo solo escribo cuando estoy triste (y no se me da bien) imaginate como despues de haber leido esto contento, se me va a ocurrir algo para ponerte....

Pos solo tengo dos palabras que decirte:
"QUETE DEN"

Esto te lo digo por pura envidia, jeje