miércoles, 4 de junio de 2008

La isla de los muertos

Desde hace tiempo, me he dado cuenta de que en la Isla de la Cartuja, ese sitio al que tengo que ir todos los días, y que más lejos no puede estar de mi casa, los constructores que la diseñaron decidieron llenarla de cipreses.

“Alto, enhiesto, siempre verde y de gran longevidad. Su madera, dura, incorruptible, desprende un suavísimo y agradable olor”, parecido al del cedro. El ciprés es una conífera de hojas perennes que se puede cultivar en cualquier parte del mundo.

Esta tontería no iría a más si no tuviera en cuenta que el ciprés es el árbol de los muertos o de la Muerte, como muy bien escenificó Böcklin en su famoso cuadro La Isla de los Muertos:



Que luego inspiraría al genio de Dalí:



Y a las musas de Rachmaninoff en su 2ª Sinfonía, con letra extraída del furioso poema latino Dies Irae (El día de la ira, en alusión al Juicio Final, y con eso lo digo todo), para que compusiera uno de los temas claves de la música romántica.

La relación entre el ciprés y la muerte viene de lejos. De hecho, en Occidente estaba antiguamente consagrado a Plutón, cuya frente se coronaba con su ramaje, y por eso también se solían esparcir sus ramas a las puertas de las casas de los difuntos. Desde entonces, es común encontrarlos en cementerios cristianos, por todo el Mediterráneo. También se decoran con cipreses los epitafios de las tumbas en Turquía y en otros países musulmanes. Y en Asia se les suele situar junto a los templos religiosos.

De la Wikipedia: “Se piensa, dado que es un árbol que siempre está verde y majestuosamente apuntando al cielo, que ayudaba a las almas de los muertos a elevarse en esa dirección. De acuerdo con Teofrasto, el ciprés común estaba consagrado a Hades, el dios de la muerte, ya que sus raíces nunca daban nuevos brotes una vez talado el árbol.

No sé si será una señal, pero cada vez veo más altos esos árboles en torno a la facultad…

3 comentarios:

Pablo Rodríguez Burón dijo...

jeje. Interesante post.
un saludo y encantado de leerte
:-)

Anónimo dijo...

Estaba claro... La facultad nos quita la vida. Y los árboles crecen alimentándose de ella...

Fuerte mierda...

Pablo Herrera dijo...

En cierto sentido historicamente la cartuja ha estado despoblada de vida, quitando a los monjes cartujos claros pero eso de encerrarse en vida quizá deberiamos de verlo como una analogía xD

A mi me dan más mal rollo los conos que simulan abetos -según mi punto de vista- xD

Es algo así como si la tecnología hubiese destruido la naturaleza