Un día decides probar algo nuevo y... ¡sorpresa!, las ganas de vivir se hacen hasta insoportables ante una mirada comprensiva, el rizo de una situación que no esperas y se convierte en un regalo para los sentidos…
Puede ser tan solo, de nuevo, ese condenado autobús, ese puto autobús que esconde algo tan bello, tan hermoso, tan puro que la boca chorrea edulcorantes y... ¡sorpresa!, el dulce se comparte en pareja, porque ella atiende a tus chistes.
Puede ser redescubrir paraísos perdidos, tan irónicamente vírgenes como la última vez que los pisaste, tan abiertos de brazos que... ¡sorpresa!, se disipa la vergüenza por haberlos engañado alguna vez. (Alfalfa, Alameda, ¿cómo fue de cruel esa rueda del destino que me alejó de vosotras? --- Demasiado, ¿a qué si? --- Porque ya lo tengo decidido: voy a confiar en esa rueda atroz que me gasta tantas alegrías como la mayor de las penas --- Porque Dieneces, lleno de ira, ya lo tenía decidido: “Respecto a esa rueda de la que hablas, como todas las demás, gira en ambos sentidos”).
Puede ser ir a la aventura, soltar el cabo de ajuste que te agarra al barco y dejarte llevar por las olas, ignorando los gritos de tus compañeros, que no quieren verte partir. Entonces... ¡sorpresa!, aparece ante ti la azotea de un hotel, fresca al calor de la tarde, seca tras beber hasta el último tinto, alegre hasta la compañía de los más inesperados (¡Vivan las niñas de 3º de periodismo!).
Puede ser por una ilusión, banal e insípida, como todas las ilusiones, que comienza con el cumpleaños del mejor tío que he conocido en mi vida y... ¡sorpresa!, puede que termine con la reunión de la gente que sí debería importarme, celebrando también el cumpleaños que alguien me hizo tirar a la basura.
Y todo ocurre de manera casual, despeinada, a bote pronto, de la mejor manera jamás inventada…
Me confieso, llevo un tiempo en que no paro de beber ni un solo día, pero hay avances. Es decir, antes brindaba siempre de la misma manera: “por la vida detrás de la muerte”. Este viernes (o sábado, ya os diré) espero brindar como hacía Eugene Roe en las trincheras de Bastogne:
Concédeme el deseo de
ser amado como amar,
ser comprendido como comprender,
ser respetado como respetar,
para siempre…
Creo que forma parte de la misma transformación de la vida: antes pensaba en purgar las penas bebiendo, ahora sé que no debo purgar nada, pues nada hice por lo que deba pagar, por lo que bebo para compartir alegrías. Además, si lo de estos días sale bien, empezaré a beber con esa mujer que me quite del beber…
¡¡¡Sorpresa!!! El dolor se diluye como las escamas de los peces en manos de los pescadores: se retiene sólo si uno aprieta, pero desaparece si ves que hay presas mejores…
P.D.: Como diría Antonio Soler en su magnifico libro: ya no parezco loco, “gritando como gritan todos los locos, hacia adentro”, ahora grito para vosotros.
3 comentarios:
Te lo dije... Era cuestión de tiempo que te dieras cuenta. El único problema es que por mucho que te digan los demás, te tienes que dar cuenta tú solo...
Aquí sigo para lo que haga falta.
A mi también me gustan el tinto y la cerveza.
Ah, y mi cumpleaños no es hasta junio, así que no podías celebrarlo aún. ;D
¡Oye! y las niñas de segundo, ¿qué? vamos a ver, eh. Te vamos a seguir llevando a azoteas de hoteles (paraisos perdidos que jamás hayas imaginado que existían) hasta que tú quieras. Te vas a convertir en uno más de nuestro pequeño mundo (realmente ya lo eres) y vamos a salir todos a flote, cada uno de la profundidad en la que nos encontramos, pero juntos. No te alejes...
La bebida no es la solución, ya te lo dije el otro día..... te digo esto ahora, que estoy borracho, jejeje
(cabron de migue, cerveza a las 12:30?, como se le ocurre!!!)
Ya sabes que estoy muy a favor de los cambios (yo intento cambiar) pero mamón, la proxima vez..... LLAMAME
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