Esto cada vez va siendo más parecido a las etapas de la borrachera, por lo que hoy toca el despecho, en resumen:
“Si tu puedes, ¿por qué yo no?”
Creo que viene a colación de las últimas reacciones del entorno: después de la fase de sentirme tan mal conmigo mismo como para despreciarme, lo que demuestra la gente es que no soy tan mala persona y, como todo animal con estímulos, mi organismo empieza a regular el autoestima. Es decir, veo la luz a través de los ojos de los demás, de su experiencia y, sobre todo, de sus palabras.
Eso ayuda, no tanto como otras cosas a las que deseo agarrarme (que no uso, pues aquí nadie se lo merece), pero sí me sirve de contrapeso en las horas muertas de estos días (a.k.a. tedios, desazóns, amarguras, desesperacións, prisións, locura y domingo).
Me remuevo entre los estragos de la última batalla, afortunadamente sin sentir ya el calor del cuerpo de la persona que se ha arrancado de mí. Y ya que me demuestra a diario, y desde hace muuuuucho tiempo, que tiene cosas más importantes que hacer, creo que va siendo hora de volver a viejas aficiones:
[Y lo que desahoga...]
P.D.: Ana, “mal llullu” se escribe “mal yuyu”.
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