martes, 8 de abril de 2008

Traspasa el alma

No quiero volver a justificarme, al decir que esto lo he puesto aquí por una razón, tal o cual, pero me veo obligado a decir que si ahora escribo más o menos, o si escribo mejor o peor, sólo se debe a que estoy descubriendo una pequeña cosilla: es en el mundo de la desolación y la melancolía donde mejores frutos recojo.

En estos días, en que como J. G. Ballard, recurro a una “desesperada promiscuidad” para olvidar a una mujer, ahora abro la boca, no para gritar, sino para demostrar mi sorpresa, ya que sigo descubriéndome perplejo ante pequeñas alegrías que salpican en las llagas, aliviando el dolor.

Por favor, permitidme una pequeña lista:

  • Los semáforos en verde cuando vas a cruzar.
  • Unos ojos azules que me siguen en el autobús.
  • Volver a mecerte con los árboles en un parque solitario.
  • La lluvia resbalando por el cuello.
  • El olor a albero mojado.
  • Una chica que no conozco de nada y me agrega.
  • Una chica a la que merece la pena conocer y que me dice “eres genial, que lo sepas”.
  • Un tío estupendo que me comenta “eso es wenooo (…) vuelves a dormi bien”.
  • Otro tío estupendo que me dice “wena la entrada”.
  • Un comentario anónimo, de un Ulises esperándome al otro lado del infierno.
  • Un perro asustado sacándome la lengua.
  • El frío entrando por las mangas a través de la ventanilla de un coche.
  • Y, sobre todo, escuchar en la voz del loco de mi barrio todo lo que quiero decirle y no puedo expresar mejor, con una letra que traspasa, a lo cutre, el alma...

Es tan fácil dar

sin pensar en uno mismo.

Vallas a donde vallas

encontrarás espejismos.

Somos tan iguales.

Y a la vista tan distintos.

Yo bajando a los infiernos,

y tú cruzando el paraíso

Para ti, la vida que te llevas.

Para mí, la vida que me quema.

Tenías tanto que aprender

y yo tanto POR demostrar.

Por un instante la eternidad.


1 comentario:

Anónimo dijo...

En mis raros escarceos con la palabra escrita, también yo descubrí esto que tú ahora afirmas: son las almas torturadas las que mejor escriben. Siempre han sido locos, desdichados, enamorados, deprimidos, torturados, los más prolíficos escritores y artistas, pues es en esas situaciones cuando tienes que permitir a tu alma salir de tu cuerpo y que se exprese por ahí ella sola...
Más tarde llega un momento (a mi, al menos, me llegó) en que recuperas la alegría y con ello pierdes el duende, pues tu alma vuelve a tu cuerpo y vuelve a estar agusto ahí dentro.
Cuando gustes, podemos contarnoslo cara a cara. Te hablaré de mi caída y de mi periplo cruzando la laguna Stigia hasta este otro lado del infierno.