martes, 27 de mayo de 2008

Nada más triste

Aquel día metió la pata hasta donde jamás podía imaginar. Tomó todas las decisiones incorrectas, que lo llevarían al accidente que, a todas luces, pasaría.

Esa curva, esa carretera. La casa, hecha pedazos, provocó tanto miedo en su mente que se le nubló la vista, imaginándose fuera de sí, en una isla desierta, a millones de kilómetros de la maldita autopista donde volcó con la moto.

Pero no, estaba allí, parado y de pié, viéndola llorar por el pie quebrado, tirada en el suelo desconsolada, como tu juguete favorito roto y desarmado...

Al final sólo fue eso, un pie roto, para lo que podía haber pasado, pero la pesadilla ya estaba en su cabeza: no debí haberlo hecho, joder... me arrancaría la piel a tiras antes de hacerle daño y ahora está ahí, sin poder caminar... ¿qué hago? cuando ya no hay remedio...

Ella trataba de consolarlo, pues no había sido nada, pero el consumía sus uñas como un adicto. Daba vueltas en círculo, mezclando la vergüenza con la rabia y el sentimiento de culpa. Fue ahí cuando ella le recordó algo más:

- Oye, ¿y cómo vamos a ir a casa?- era verdad. Estaban a una media hora andando y ella apenas podía sostenerse en pié.

No se lo pensó dos veces y la cargó sobre su espalda, con la mochila colgando del pecho, al revés. Así más de un kilómetro, a cuestas, sudando y maldiciendo por dentro. Como los caballos, sin nervio vago, sin darse cuenta del dolor ni el cansancio, porque el pánico no salía de su cerebro.

La gente los miraba al pasar. Una señora con la que se cruzaron comprendió lo que ocurría de una sola mirada: "¡Es lo que tiene ser novios!", gritó. Ellos sonrieron, incluso él, pese al esfuerzo.

Pararon un par de veces, para que descansara en un banco o en un escalón, pero querían llegar pronto. La gracia estaba en que vivían en un cuarto, sin ascensor y con descansillos, por lo que premiaba llegar con fuerzas.

Sus amigos, enterados de lo que pasaba, se ofrecieron para ayudarle a subirla. Fue en el portal, cuando prendió en él la llama interna, algo parecido al orgullo, algo más fuerte que la energía que mueve el espacio. Eran las ganas del suicidio, del desquite, del reto a superar. Y se dijo a sí mismo "No, a esta la subo yo".

Sin decir nada, comenzó a subir, con ella a la espalda, con la pesada mochila en los hombros, con las protestas de los amigos desde abajo, con los peldaños devorando sus energías, presionando sus muslos hasta el límite más alto al que habían llegado en su vida.

Planta a planta la vida huía de su piel en forma de sudor, los pulmones ardían hasta gritar basta. Pero en su cabeza sólo un pensamiento: subir, subir, subir...

En la puerta de la casa la soltó con el último resuello y casi la dejó caer. Luego se echó en el suelo, hilvanando las ideas que generaba su cansada conciencia y mientras retomaba el aire como los neonatos: con los ojos cerrados y agarrándose a las exhalaciones.

Mucho tiempo después, cuando alguien le preguntaba que por qué hizo eso por aquella chica, él rememoraba una historia que ella le contó en el pasado, en los albores de la felicidad compartida, la de aquél del que una vez estuvo enamorada, la de Juan, la del hombre que maquilló pájaros en su cabeza antes de estar con él.

La rememoraba porque cuando la soltó para descansar, de camino a su casa, con el pié roto y la conciencia poco tranquila, ella tuvo la tentación de seguir el camino con una pierna en el aire, saltando, para que él no tuviera que sacrificarse más.

Pero él le respondió con una sonrisa:

- ¿Juan haría esto por tí?

- Vaya con las cosas con que me saltas... ¿el qué haría Juan por mí?

- Llevarte así, a cuestas.

- No, no la haría.

- Pues entonces súbete. Te llevo a casa...


Ahora, tras leguas de tiempo y dolor, recuerda esa historia con una sonrisa torcida y la mirada extraña. Más o menos la misma que tuvo Jesucristo al hablar de Judas. Más o menos la misma que tiene un anciano al hablar de la guerra.

Mañana será otro día, pero ese recuerdo le pone triste.

Triste.

Pero orgulloso.

2 comentarios:

bilb0b0ls0n dijo...

Precioso relato.... me encanta como escribes, he podido imaginarmelo claramente.

POR DIOS!!!! quiero alguien a quien poder cargar en la espalda

Aarón Barbosa dijo...

Que grande eres ¡¡¡¡¡¡ y que grande es lo que escribes .....