sábado, 31 de mayo de 2008

Esperanza

Hoy, como todos los días, ha tocado radioterapia frente al espejo: mañanas perdidas, tardes extrañas, noches inagotables… todo un surtidor de dolor en 24 horas. Petróleo denso y negro que riega mi jardín, una masa pegajosa que lo cubre todo, que lo empapa todo, que lo asfixia todo.

Hoy, como hace un tiempo hasta ahora, me ha tocado ver más dudas en una persona que me importa tanto… Por eso le hablo desde aquí, de nuevo, intentando lo que ya han probado otros, señalando un camino que ya conoce muy bien. Porque me ayudo ayudándola.

Esta vez le quiero hablar de esperanza. Le hablo de una luz al final del pasillo, en la habitación del fondo, indicando que hay alguien esperándola en la cama. De un “te recojo a las ocho” al otro lado del teléfono. De una voz que le susurre: no vas a morir… ni aquí… ni ahora… conmigo vivirás para siempre…

Le quiero decir que yo también sé lo que es querer acercarte a alguien, estrecharlo entre tus brazos, besar su cara, sus labios, decirle que jamás deberíamos habernos separado, que quiero conocer el amor con ella, no sin ella… También sé qué es querer hacerlo y no poder. Y lo que viene después, el estupor, la impotencia… el sufrimiento en forma de patada entre las costillas… aquello que te empuja a una caída, de manera que sólo deseas meter la cabeza entre las piernas y huir…

Pero también sé que eso es humo, nada más. Que es el daño que te inflige tu propio cerebro, un fantasma a los pies de la cama. Es una araña que teje penas sobre ti, cuya única solución la tienen los que se aferran a no mirar atrás y a centrarse en lo que está por llegar… Ojala mi amiga se convierta en una de esas personas, para que también pueda envidiarla a ella.


Por eso le pido que deje de llorar, que lave su piel de los restos de aquél que ya no está y se unte la esperanza por todo el cuerpo. Que fabrique una flor, maravillosa, joven y fresca, que atrape los rayos del sol y que de sombras a sus dudas, que oculte su dolor hasta la profundidad donde ni ella misma lo vea.

Le pido que cambie su caja de recuerdos de guerra por una de bombones y sorpresas, de maravillas de colores que bailen a sus ojos, dilatando sus pupilas, rozando sus mejillas, acunándola en el regazo de la persona que más desee. Que le ofrezca una melodía por cada desdén y un bocado de placer por cada despecho.

Día a día, esa esperanza hará crecer ilusiones por dentro, ilusiones que se antojaban inútiles, que le ayudan a ser feliz y que le mostrarán las cosas más bellas. Se lo prometo, porque sin ella no caminaríamos, porque si no existiera, no podríamos hacer nada, no tendríamos ninguna salida…

Átate la cuerda de la esperanza conmigo, alrededor de la cintura y deja que el aire de ser libre y de estar vivo entre en tus pulmones…

Atrapemos juntos burbujas, corazones de papel, sueños de hojalata. Durmamos sobre un lecho de rosas, como el que nos merecemos, como el que nos deben. Y nunca, nunca, nos soltemos de esa cuerda.


P.D.: Yo también tengo una caja así. A mí también me tiembla el pulso al cogerla… Quizás, algún día, nos sentemos junto a una hoguera, como hice hace tanto tiempo con Eloy, y las quememos juntos para que se conviertan en lo que quieren ser: cenizas.

Ódiale, despréciale, grítate a ti misma “¡él se lo pierde!”, deséale que conozca el verdadero mundo, aquél que está lleno de hijos e hijas de puta que no le tratarán como lo hiciste tú. Ya surgirá otro que construya tu destino, al lado de cuyo cuerpo merezca la pena morir, que te saque a bailar y te convierta en princesa todas las noches…

“Somos lo que amamos, no lo que nos aman. Eso lo decidí hace mucho tiempo”

Charlie Kauffman

jueves, 29 de mayo de 2008

En los bolsillos...

Lo malo de sentirse autosuficiente es que no tienes el placer de disfrutar que hagan algo por ti.

Y lo malo de no querer pedir favores es que sólo generas confusión en esa parte del cerebro que es estimulada por los premios, por la recompensa, como en los ratones de laboratorio.

Así que, a partir de hoy, he decidido que cualquier persona que me pida un favor o me pida ayuda, antes tendrá que pagármelo. Y me lo tendrá que pagar de la única manera que alguien puede hacerlo en estos tiempos: dándome felicidad…

Me vale un chiste, algo gracioso que te haya pasado, una noticia alegre… lo que sea que me haga sonreír por dentro.

Pues, aunque no lo parezca, esta actitud absurda y egoísta ya me ha dado frutos:

- Una granadina me ha dicho que lo que me vaticinó está pasando.

- Me han leído la mano. Conclusión: si las cadenas que forman las líneas de la palma suponen dificultades… joder, a mi me quedan hasta... puf!.

- Me han dado una promesa de ligue.

- Una anónima promete seguir leyendo estas tristes líneas, escritas desde el rincón de la soledad de un bar.

- Me han hecho una promesa para mañana… y otra para el lunes.

- Alguien me comentó hace poco que, si hubieran hecho por ella lo que yo hice, no me hubiera dejado escapar.

Creo que me doy por satisfecho, ya que la mitad de estas cosas me han hecho alegrar un día raro y estúpido. Y más, si tenemos en cuenta que los favores que he tenido que hacer a cambio no me han costado nada.

Si es que me contento con cualquier cosa que me llene los bolsillos…

martes, 27 de mayo de 2008

Nada más triste

Aquel día metió la pata hasta donde jamás podía imaginar. Tomó todas las decisiones incorrectas, que lo llevarían al accidente que, a todas luces, pasaría.

Esa curva, esa carretera. La casa, hecha pedazos, provocó tanto miedo en su mente que se le nubló la vista, imaginándose fuera de sí, en una isla desierta, a millones de kilómetros de la maldita autopista donde volcó con la moto.

Pero no, estaba allí, parado y de pié, viéndola llorar por el pie quebrado, tirada en el suelo desconsolada, como tu juguete favorito roto y desarmado...

Al final sólo fue eso, un pie roto, para lo que podía haber pasado, pero la pesadilla ya estaba en su cabeza: no debí haberlo hecho, joder... me arrancaría la piel a tiras antes de hacerle daño y ahora está ahí, sin poder caminar... ¿qué hago? cuando ya no hay remedio...

Ella trataba de consolarlo, pues no había sido nada, pero el consumía sus uñas como un adicto. Daba vueltas en círculo, mezclando la vergüenza con la rabia y el sentimiento de culpa. Fue ahí cuando ella le recordó algo más:

- Oye, ¿y cómo vamos a ir a casa?- era verdad. Estaban a una media hora andando y ella apenas podía sostenerse en pié.

No se lo pensó dos veces y la cargó sobre su espalda, con la mochila colgando del pecho, al revés. Así más de un kilómetro, a cuestas, sudando y maldiciendo por dentro. Como los caballos, sin nervio vago, sin darse cuenta del dolor ni el cansancio, porque el pánico no salía de su cerebro.

La gente los miraba al pasar. Una señora con la que se cruzaron comprendió lo que ocurría de una sola mirada: "¡Es lo que tiene ser novios!", gritó. Ellos sonrieron, incluso él, pese al esfuerzo.

Pararon un par de veces, para que descansara en un banco o en un escalón, pero querían llegar pronto. La gracia estaba en que vivían en un cuarto, sin ascensor y con descansillos, por lo que premiaba llegar con fuerzas.

Sus amigos, enterados de lo que pasaba, se ofrecieron para ayudarle a subirla. Fue en el portal, cuando prendió en él la llama interna, algo parecido al orgullo, algo más fuerte que la energía que mueve el espacio. Eran las ganas del suicidio, del desquite, del reto a superar. Y se dijo a sí mismo "No, a esta la subo yo".

Sin decir nada, comenzó a subir, con ella a la espalda, con la pesada mochila en los hombros, con las protestas de los amigos desde abajo, con los peldaños devorando sus energías, presionando sus muslos hasta el límite más alto al que habían llegado en su vida.

Planta a planta la vida huía de su piel en forma de sudor, los pulmones ardían hasta gritar basta. Pero en su cabeza sólo un pensamiento: subir, subir, subir...

En la puerta de la casa la soltó con el último resuello y casi la dejó caer. Luego se echó en el suelo, hilvanando las ideas que generaba su cansada conciencia y mientras retomaba el aire como los neonatos: con los ojos cerrados y agarrándose a las exhalaciones.

Mucho tiempo después, cuando alguien le preguntaba que por qué hizo eso por aquella chica, él rememoraba una historia que ella le contó en el pasado, en los albores de la felicidad compartida, la de aquél del que una vez estuvo enamorada, la de Juan, la del hombre que maquilló pájaros en su cabeza antes de estar con él.

La rememoraba porque cuando la soltó para descansar, de camino a su casa, con el pié roto y la conciencia poco tranquila, ella tuvo la tentación de seguir el camino con una pierna en el aire, saltando, para que él no tuviera que sacrificarse más.

Pero él le respondió con una sonrisa:

- ¿Juan haría esto por tí?

- Vaya con las cosas con que me saltas... ¿el qué haría Juan por mí?

- Llevarte así, a cuestas.

- No, no la haría.

- Pues entonces súbete. Te llevo a casa...


Ahora, tras leguas de tiempo y dolor, recuerda esa historia con una sonrisa torcida y la mirada extraña. Más o menos la misma que tuvo Jesucristo al hablar de Judas. Más o menos la misma que tiene un anciano al hablar de la guerra.

Mañana será otro día, pero ese recuerdo le pone triste.

Triste.

Pero orgulloso.

domingo, 25 de mayo de 2008

El pozo

En el fondo de un absurdo pozo seco eché la moneda más cara de mi vida. Y lo peor de todo es que yo me eché detrás de ella. Me humillé pensando que entre el barro del fondo aún podría encontrar algo de agua. Pero me equivoqué, allí sólo había fría piedra y algo de sucia arena reseca.

Luego, cuando me rompí todas las uñas arañando las paredes, me puse a buscar mi moneda, para recuperarla y guardarla para ese pozo de vida y fertilidad que me espera, de donde recogeré el agua mas pura y clara que ningún mortal haya probado. Pero me volví a equivocar. La densa oscuridad de la boca del pozo se había tragado mi tesoro y no quería escupirlo.

En aquella moneda volqué mis deseos, mis esperanzas y mis sueños. Pero también le añadí mis temores, mi gula y mi desesperación, de manera que cuando desapareció en las tinieblas, no sólo se cobró lo que yo quería ser, sino también lo que yo era.

Hace unos días alguien me tiró una cuerda para sacarme de allí. Aún no la he agarrado con todas mis fuerzas, porque antes me tengo que enfrentar a los fantasmas que esta profundidad negra encierra.

Entre ellos, mi propia sombra, que todavía no sé si rescatar de aquí.

Entre ellos, yo mismo, la aberración sin sentimientos en que me han convertido.

viernes, 23 de mayo de 2008

500 noches II - Por la espalda

Absorto en mis propios sentimientos, me ahogaba en nostalgia y melancolía, sin atender a lo que pasaba a mi alrededor. Creo que llovía… si, el cielo estaba gris y llovía, lenta y pausadamente, de manera que no me importaba mojarme la ropa.

Era sábado, y me dejaba arrastrar tanto por mi subconsciente, que cuando mis amigos querían llevarme de marcha por ahí, no me daba cuenta de nada.

Me guiaban de aquí para allá, presentándome gente nueva, conociendo conocidos o, simplemente, abandonándome a una tediosa conversación, sin fondo, sin causas, sin futuro. Me sentía como uno de esos policías que salen en televisión, con un círculo borroso en el rostro, quitándome cualquier nitidez sobre mi entorno, escondiendo en una cara pixelada la sonrisa, el llanto o el miedo, convertidos en líneas.

Nadie podía comprenderme. Y los que podían, estaban cumpliendo sus sueños en ese momento: atrapaban unicornios, pintaban a su musa, escalaban hasta la muerte o conquistaban algún país. Mientras que mi única actividad era morderme las uñas, y hasta eso quería dejarlo.

Era una de esas noches de falta de “creatividad desesperada”, en la que deseaba desconectar y volar mil millas, allá a lo lejos.

Mientras repetía mentalmente tres frases (empujar corredera, quitar seguro, amartillar, empujar corredera, quitar seguro…), me aburría oyendo sandeces y charlas estúpidas, como un perro flaco a la puerta de un bar, cuando algo me llamó la atención, unos ojos fugaces, interrogantes, verdes…


Su nombre era Alicia, vestía raro, de estilo victoriano, con delantal y zuecos, y su acento delataba que no era de por aquí. La conversación surgió de manera natural, comprensiva, luego de casual pasó a íntima. Se atusaba el pelo con la mano derecha y luego la ponía sobre mi brazo.

Miraba los ojos y no esquivaba los temas. Soltaba verdades como puños, pero aquello parecía más una ensoñación que un combate, porque los golpes no iban contra mí, sino contra el aturdimiento y la cáscara que me rodeaban, rompiéndolos poco a poco.

La ensoñación se hacía cada vez más interesante, tanto que no prestaba atención a otras cosas. Fue así como deslizo su mano por mi espalda y me robó el puñal, aquél que me regaló un viejo amigo.

Fui a pedir otra ronda, ella me esperaba sentada tras la mesa. Estaba acercándome a la barra cuando lo sentí. Era un dolor profundo y desgarrador. Era tan intenso que me nubló el sentido, me secó la boca impidiéndome gritar, o pedir ayuda. Era un dolor distinto al resto, que empezando por el costado, me recorrió todo el cuerpo, haciéndome caer de rodillas.

Miré el suelo, ya no sabía donde estaba. Miré mis manos, no parecían las mías. Tardé mucho tiempo en comprender que sí era yo y que seguía en aquel bar. Tardé el tiempo que se tarda en madurar. Comprendí que provenía de la espalda… me habían atacado por la espalda. Me giré.

Alicia había salido de detrás de la mesa, con el mismo puñal que me había quitado en la mano, ahora rojo de mi propia sangre, y ahora me miraba desde lo alto, con las piernas separadas y la cabeza baja, detrás de mí.

No conseguí separar la mirada de los dos rubíes que tenía bajo las cejas. Mi sorpresa fue mayor cuando descubrí que no había rencor, ni furia en ellos. No me observaba como un cazador ante su presa, o como alguien que ha satisfecho una venganza. Más bien me miraba con ternura…

domingo, 18 de mayo de 2008

No estoy solo...

¿Se puede saber por qué no he jugado todavía a esto?


sábado, 17 de mayo de 2008

Continuar

Qué chungo es sentirse calcado en el alma para que te concentren en un super-hit, o lo que es lo mismo, convertir en carne de consumistas los sentimientos que afloran desde todos los poros de mi piel.

Happy ending – MIKA (La voz de MarIKA te la puedes ir ahorrando ya)

“Esta es la manera en la que me dejaste, no estoy fingiendo.
Sin esperanza, sin amor, sin gloria, sin final feliz.
Esta es la manera en la que nos amamos, como si fuera para siempre.
Viviremos el resto de nuestra vida, pero no juntos.
 
Me despierto por la mañana, tropezando con mi vida.
No obtendré amor sin sacrificio
Si algo debe pasar, yo deseo que sea bueno
Que sea un poco de cielo, pero también un poco de infierno.
 
Esta es la historia más dura que he contado,
sin esperanza, sin amor, sin gloria,
los finales felices vendrán para siempre
me siento como si estuviera perdiendo
y estoy perdiendo todos los días.
 
Esta es la manera en la que me dejaste, no estoy fingiendo.
Sin esperanza, sin amor, sin gloria, sin final feliz.
Esta es la manera en la que nos amamos, como si fuera para siempre.
Viviremos el resto de nuestra vida, pero no juntos.
 
Las dos en punto de la mañana,
hay algo en mi mente,
no consigo nada, solo doy vueltas.
Si yo pretendo que nada vaya mal,
puedo conseguir mi sueño,
puedo conseguir continuar (…)”
 
Mierda de Internet, mierda de globalización, mierda de vida.
Bueno, sólo queda continuar…
 

P.D.: Un paso más, sólo un paso más, y mando el Messenger a la mierda… y con el Tuenti lo tengo más fácil. (Speirs está bajo montañas de kippel)

P.P.D.: ¿Para qué engañarnos? Sólo nos queda una conversación pendiente, así que no eches cuenta a la canción de más arriba, porque sonrío al tenerte en mis pensamientos.

 

jueves, 15 de mayo de 2008

No Comment


Hoy, en elpais.com

miércoles, 14 de mayo de 2008

Mi propio ejercito

Si yo digo “uno”, mil acudirán a mí…

Sentir la llamada en la hora de la duda, acudir en derredor del héroe de turno para una última resistencia, apiñarse y dejarse conducir, en una marea ciega y destructora, hacia la muerte, hacia la liberación del dolor, hacia lo único que queda.

Dejar de pensar por uno mismo. Empezar a pensar como un grupo, como una unidad, como un ser cuyo objetivo es la devastación, la locura del odio y el orgullo.

Eso es desear un ejército propio, un puñado de ángeles, de servidores embutidos en sprit de corps, que estarán ahí, detrás de ti, para protegerte, con los ojos encendidos por la cólera, esperando la señal…

Hasta los más viejos escritos la recogieron entre sus cantos:

“Mi nombre es Legión; pues somos muchos”

Mc 5:9

sábado, 10 de mayo de 2008

Dis---------------------------tancia

Estas rimas llevan un tiempo guardadas en una carpeta llamada “relatos”. Hace tiempo que no compongo, y lo hago desde el más profundo dolor, lo siento.

No tengo más canciones para ti,

por eso el mensaje es tan claro,

por eso lo escribo aquí.

Ahora me canto a mi mismo,

mientras hago malabares

para no caer en ese abismo.

Perdona por tirar a tu línea de flotación,

no te guardo ningún rencor,

pero para hundirme… nos hundimos los dos.

lo que me quieres decir

Y si tu no entiendes lo que yo quiero decir, que sepas que

Cada vez que muero, nos entierran a los dos


jueves, 8 de mayo de 2008

Este no es mío

Si aún sigues viniendo a comer por este infierno, hoy de postre tengo la especialidad de la casa: doble ración de lo que siempre quiero decir y mi escaso talento no me deja expresar…

De primer plato: dorados reflejos femeninos

De segundo plato: consejo de una veterana (ya os contare la historia de cómo encontré esta joya). De adelanto, la retórica que más me llamó la atención:

¿Cuánta vida propia quemamos alimentando fuegos ajenos que hoy son ceniza?

martes, 6 de mayo de 2008

Soy una mala persona

Hoy he golpeado a alguien en la cara. Hoy he lanzado mis puños para hacerle daño.

No me ha importado que estuviera sufriendo. Tampoco que me mirara a los ojos pidiendo que parara.

Ni mucho menos me ha importado sonreír mientras se lo explicaba a la policía. Y menos incluso, que me lo recriminaran.

Hoy he hecho mucho daño a una persona, alguien que antes valía algo para mi.

Lo más grave de todo es que me ha gustado, he disfrutado contando los golpes, viendo su cara de desesperación. La histeria me ha hecho reír mientras lo hacía. Reír como las hienas, como los carroñeros a los que sólo se les ve ojos y dientes en la noche.

Hoy el diablo ha entrado en mí, he sentido su calor impulsando mi sangre, envenenando mis sentidos y alterando mi furia. Por eso me ha gustado, sentía que necesitaba hacer daño…

Nunca había hecho nada así. Nunca había sentido nada bueno de algo como esto.

Hoy no era yo… ¿o si?

Soy una mala persona.

lunes, 5 de mayo de 2008

500 noches I - Un viejo amigo

Andaba yo paseando cerca del Virgen del Rocío cuando me cruce con un niño que llevaba parte del pecho vendado y le costaba trabajo andar. Iba pensando en sus cosas y por eso no me vio.

De hecho, al pasar por su lado tampoco lo reconocí, pero, de repente, me vino a la memoria de qué nos conocíamos. Lo llamé:

- ¡Oye!, tu…tu eres… tu eres Cupido, ¿verdad?

- ¡Oh! Speirs, ¿qué pasa?. ¿Cómo estas?

Me alegraba mucho de verle, hacía tiempo que no sabía nada de él. Nos abrazamos, con cuidado, ya que parecía dolerle todo el cuerpo. Él también se alegró de ver a un viejo amigo.

- ¿Qué te ha pasado?, ¿vienes del hospital?

- Si. He estado ingresado un par de meses

- ¿Y eso?

- Nada, una persona desalmada, que me roció con gasolina y me prendió fuego, porque decía que no quería saber nada del amor. Que no sabía por qué existía yo y quería hacer sufrir a la gente que de verdad creía en mí.

- Hijo de puta

- No, tranquilo, está superado. Quemaduras de tercer grado en el pecho y la espalda. Pero ya estoy bien, sólo un poco dolorido. Pero lo siento por mis alas, que tardarán todavía un tiempo en crecer…

- Eso explica muchas cosas. Porque hace tiempo que sólo recibo malas noticias sobre amor: que una pareja ha roto por aquí, que si uno ha dejado a la otra, que si me divorcio, que si no…

- Ya lo sé. Si fuera por mí, nada hubiera pasado, pero ya sabes, hay gente que sólo sabe hacer daño. Y esta vez me ha tocado a mí.

- Bueno, ¿y qué vas a hacer ahora?

- Creo que me tomaré un tiempo de descanso y luego, hala, a tirar flechas otra vez. En cuanto esté del todo bien.

- Me alegro de verte optimista

- ¿Y tú cómo estás?. Te veo como triste.

- Pues sí, porque desde que no estás por aquí sólo sé arrastrarme por el suelo, sin encontrar nada que me ilusione.

- Oh, cuánto lo siento. De verdad. Ojala pudiera ayudarte, pero es que hoy llevo el carcaj vacío, y no puedo disparar nada…

- ¡No te preocupes!. Ya encontraré algo por mi cuenta y…

- No, no, no. No podría dejarte así.

Entonces revolvió entre los pliegues de su pequeño pañal de tela, buscando algo. Cuando pareció haberlo encontrado, miró a un lado y a otro de la calle, vigilando que nadie mirara. Luego cogió mi mano, puso el objeto sobre ella y la cerró.

Me miró con sus ojos, con esas canicas azules que tenía, que parecían esconder un universo, capaces de atravesar la materia más densa y llegar con ellos a lo más secreto de ti. Se limitó a decir:

- No tengo nada más, pero seguro que sabrás usarlo mejor que nadie. ¡Hasta pronto!

Y se marchó, correteando con sus pequeñas piernas, todavía dolorido.

Cuando abrí la mano, vi que me había dado un puñal, corto, pequeño y sencillo, sin adornos. Era la única arma que le quedaba. Grité ¡gracias! A la nada, ya había desaparecido. Guarde el puñal y seguí caminando. Me preguntaba para que serviría…

sábado, 3 de mayo de 2008

¿Qué es eso?, ¿la luz?

No he hecho nada en todo el día, pero todo ha sido distinto a lo habitual: el sol, el parque, las conversaciones, el teléfono,… toda ha sido diferente. Bueno, mejor que os lo explique la encarnación negra de la madre naturaleza.

Señoras y señores, con ustedes, Nina Simone:

P.D.: ¿Qué queréis que haga?, ¿voy como Padfo y me escondo los muerdos con el cuello de la camisa? (Que sí, que te los he visto)

P.P.D.: A partir de ahora los post serán más cortitos, que la gente se me duerme. Y más espaciados en el tiempo, no por mí, sino porque los lectores asiduos tardan mucho en actualizarse…

jueves, 1 de mayo de 2008

Al otro lado del charco

Casualmente son estos momentos de dudas, de frío, de sentimientos no controlados, de querer arrancar las hojas de tus libros favoritos para tener algo que hacer, en vez de meter la pata y llamar a esa persona por la que antes habrías parado las balas...

No sé si sentirme orgulloso de conocer el grado de dolor al que te somete la soledad, pero lo que sí sé, es que permite hallar una verborrea que antes desconocías de ti mismo: la que proviene de las tripas, no del corazón. La que sube por la garganta como las olas del día de San José, con el ímpetu de las bestias. La que te hunde una moneda ardiendo en el centro del estómago.

Creo haber visto esos mismos rasgos entre tus palabras, y uno de los milagros de Internet es compartir más allá de las paredes de una habitación. Gracias por describir las emociones que sólo tú recoges de tus últimas pesadillas, porque tengo la certeza de haberlas visto entre las mías…

Un saludo desde el otro lado del charco.