viernes, 5 de septiembre de 2008

A mejor

Son esos momentos de cambio, de alteraciones en la rutina, de variaciones en el comportamiento... de crisis, vamos. Abrir los ojos por la mañana sólo para quedarte contemplando el techo durante horas, sin saber que hacer, porque no deseas nada de estos días, sólo mutar a otra forma, a otra vida... dentro de diez años con tu culo aún pegado a la silla y querer vomitar sólo de imaginarlo.


Cuando la inestabilidad se instala en ti, intentas volver a encontrarte: casi no apareces por casa, rehuyes de tus amigos, cambias de música, de estilo de vestir, de películas, dejas de escribir... tantas cosas que antes parecían normales y ahora son algo extraño, como un ente dentro de la conciencia, como una indigestión generada por tu propio cuerpo para decirte que esto no puede continuar así.


Para esto hay muchas soluciones. La más fácil es ser ignorante y seguir tal cuál, sin buscar algo mejor. Muchos murieron quedándose en el camino, y no saber que hay algo mejor es siempre más fácil. Qué coño, que lo intente otro. Algún día, con un poco de suerte, puede que pase algo extraordinario. Pero lo dudo. La vida da bastantes patadas como para saber que la suerte es esquiva. Y da aún más, como para aprender que el que nunca lo intenta no tendrá valor para agarrarse a las oportunidades.


Si el mañana será otro día es una excusa pueril, lo es aún más el huir. Que vean tu espalda alejándose de todas las vergüenzas que te suceden es la imagen más patética sobre la que podrían pintarte. Da igual que no lo recuerden, tú te acostarás siempre con ese concepto de tí mismo cada noche, cuando agarres las sábanas con rabia...


Por no hablar de frecuentar ciertos atajos o callejones, que ya han destrozado muchas vidas mejores que la tuya, como medio de evasión. La locura en forma química, añadiendo más mierda a la que ya hay en tu cerebro.


La solución que se plantea más jugosa, más valiente y real, la adecuada para ser conscientes de dónde estamos, puede ser el pelear, sacarle los puños al primero que se acerque y dejarte la piel en cada futuro que desees. Aunque mueras, aunque no quede nada de ti a la vuelta, aunque no puedas recuperar el aliento o caigas de rodillas... Duele porque es amargo. Quema como el fuego porque estamos hablando de pasión. Y es triste porque nadie quiere abandonar el sitio donde se siente seguro y protegido, el refugio del alma.


Eso sí, todos somos humanos, débiles y llenos de dudas. Todos queremos un peluche al que agarrarse por la noches, un héroe que nos rescate del peligro, una vida de ensueño, patentada y estandarizada, que podrás adquirir en tu establecimiento más cercano. Todos, también yo.


Pero, amigo mío, esa vida no existe, aunque necesitarás mirarte desde lejos para empezar a comprenderlo. Es imprescindible un viaje por tí mismo para asimilar que el cambio es necesario. Lo difícil es siempre la mejor opción. Y la boca partida es siempre mejor que la boca que solo echa mierdas.


Y eso es lo que te digo: ¡Perra vida!, pero con una sonrisa en la cara. Y mientras más dura esté la cosa, mayor la sonrisa.


No sé, puede que el verdadero problema sea tener siempre un lugar al que volver...


P.D.: Sonríe, mañana puede ser peor (Murphy)

2 comentarios:

Ann dijo...

¿Y qué pasa cuando ni siquiera sabés cuál ese cambio?

Anónimo dijo...

"No sé, puede que el verdadero problema sea tener siempre un lugar al que volver...
"
Me ha encantado xD