Vuelvo a situaciones ridículamente olvidadas, a los encuentros fortuitos con la muerte por dentro y un horizonte acosado por no encontrar la línea que lo separe del cielo. La desesperación me vuelve a robar el aire, cuando la parte de mí que cedí encantado a otra alma decide rescindir ese contrato que nadie firma. Ahora toca preguntarse dónde me desvié del camino, qué mala indicación del mapa que describe la vida erró, conduciendo a un precipicio nuevo, insondable y oscuro, que se lleva consigo todo lo que había construido hasta este momento. Escribo aquí buscando la empatía de situaciones ajenas que entiendan de qué va todo esto, de cosas que nunca se dijeron y que todos hemos sentido en la piel. Escribo para esos días que se parecen extrañamente a lo peor de tu vida. Cuando las habitaciones de tu hogar, ese pequeño lugar que llenas de ilusiones, recuerdos, aspiraciones y dudas, se reducen hasta el punto de perder las ganas de respirar. Cuando el más mínimo hilo musical te patea el estómago con letras de Amaral, Dylan o Bono. Cuando tu propio destino te traiciona. No es este el último refugio. Releo a Kipling y Emerson, a letras de románticos que hablan de existencia realizada, de latir en positivo, de enmudecer la agonía ocultando recuerdos, escenarios compartidos de una vida que ya no vive. En resumen, a las puertas de un concierto que no quiero ver, que no cuenta con entradas y al que sé que no me van a dejar entrar.
jueves, 15 de septiembre de 2011
Cuando tu propio destino te traiciona.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)